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terça-feira, outubro 17, 2006

critico literario

LES CHANTS DES GUEUX

Jean Richepin publicó un libro de poesías. Esto como es natural, no tiene nada de particular tratándose de un consagrado, come él. Pero, lo que sí llama la atención en la obra del escritor insigne, es lo que canta y para quién canta. En estos tiempos de febril agitación comercial, en estos tiempos que se vive de carreras ambiciosas y el tanto por ciento, ocuparse de los pobres, identificarse con los mendigos, aprender su argot y en él cantarle sus cuitas y sus báquicas orgías, resulta un esfuerzo inmenso y una voluntad de acero que sólo un alma como la de Richepin es capaz de hacer sin flaquear. Esta obra, este compendio de lágrimas y tristezas, este poema tejido con sollozos y quejidos, estos versos compuestos entre las masas ignaras y pordioseras han levantado en la república francesa una protesta unánime. Es verdad, que en esa obra Richepin abre un nuevo sendero a la poesía francesa; es verdad que en sea obra, como en todas las que lleva escritas, pone ese sentimiento exquisito y esa nobleza del alma en pro de una causa justa, en provecho de los desheredados, de los sin nada, y al ponerse al laado de los que quizá ni lean, ni compren, ni vean, ni entiendan su labor, su figura literaria adquiere el relieve de un patriarca místico y ateo al mismo tiempo.
“La Chanson des Gueux” le costó a su autor treinta días de prisión y quinientos francos de multa con la supresión de los versos que el juez creyó atentatorios a la moral y las buenas costumbres del hidalgo pueblo francés. Nosotros, como desconocemos el texto de esos versos, aunque sabemos el estilo, no podemos formar idea alguna, ni menos levantar opiniones erróneas e injustificadas. Sabemos, sí, que la madre de las repúblicas y de las libertades modernas, jamás coarta el pensamiento a los que en pos de un ideal remontan su imaginación a las alturas de la fantasía y el ensueño, ni a los que humanitariamente bajan su vista al rebaño que en nuestro mundo vive y se rebela y protesta de las iniquidades e injusticias que nos rodean.
El libro en sí, es un poema tejido a los vagabundos, a los pordioseros, a los que no tienen casa, porque son bohemios, a los que no tienen familia, porque no encuentran amor. Bien rimado, bien sentido y mejor coordinado este libro de versos hojeado ligeramente resulta un modelo en su género. Pero, no obstante sa diversidad de estilos y glosas y lo momentáneo de los “geux” cuando se profundiza a conciencia, resulta monótono y cansado. Y lo que más afea su obra, y lo que más rebaja su labor es sin duda alguna ese lenguaje escogido entre el hampa, sacado de la boca del borracho, arrancado de los labios del apache o hurtado de los pálidos y gastados “de son amie” última escala de la depravación social. Mas, él dice que está contento de las canciones y los salmodios de sus mendigos y, que al darles vida, en su idea estaba dejarlos tal cual los escuchara y viera en sus momentos de borrachera, en sus ratos de vagancia, con sus risas inmundas, francas y estercoleras. Es un gusto del poeta; pero al fin, un gusto bien extraño. No encontrar en todo el libro ni una canción a la primavera, ni una endecha al amor puro, ni un soneto a los labios de una hermosa, ni una quintilla a la infancia dulce, que inconsciente de los males de la vida, se ríe gozosa e inocente en su circuito de rosas y dichas es naturalmente muy original; pero es también muy antilógico y muy antirazonal. Naturalmente, existen seres pobres y seres ricos, y hay una injusticia e innobleza en los humanos; pero, de eso a no encontrar más que la virtud en los humildes, media un abismo y en ese abismo ha penetrado el culto académico francés.
Por eso el pueblo que ama su labor litararia, protestó indignado del giro incomprensible de esta obra. ¡Es tan distinto en “La Glu” y en “Les debuts de César Borgia”!
No obstante, si estamos de inconformidad con este libro de Richepin no dejamos de comprender su valor y su esfuerzo literario, y si bien protestamos de esa amalgama de nombres de argot mezcladas a la dulce y armoniosa lengua, que inmortalizaron los Lamartine y los Víctor Hugo y que nos priva de saborear más a conciencia las exquisiteces de esta nueva gloria literaria de Francia.
Mientras tanto, “les aimants des letres”, esperan pronto otra obra, que sea una nueva consagración de Richepin y que tenga la virtud de borrar la mala impresión que en todos los corazones justos, que en todas las almas puras, que en todos los sentimientos tiernos han dejado sus “Chansons des Gueux”.

DO LIBRO: ARMONÍAS
RIMAS, VERSOS E PROSAS
Habana-Asturias. 1921
José Rodríguez Faílde.

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